Esta es la historia de mi primera maratón
Felipe Valdivia Díaz
En diciembre de 2022, junto con una nutrida delegación de mi club, tanto corredores como familia, amigos y animadores, viajamos a Valencia a vivir la Maratón Trinidad Alfonso. Allí experimenté un ambiente único de pasión por el running que se vive como en pocos lugares en España, y la fascinación que me produjo me llevó a desear vivir esa experiencia desde dentro, corriendo mi primera maratón.
Concreté la inscripción hace 1 año, el 7 de marzo de 2023. Los meses de preparación y entrenamiento pasaron rápido.
Y llegó el gran día.
El viernes, 1 de diciembre de 2023, acompañado de mi mujer e hijo, cogí la carretera para llegar a Valencia con tiempo, retirar el dorsal con tranquilidad y dejar todo preparado. Todos los detalles estaban previstos, nada podía fallar: nutrición, geles, material, cinturón de transporte donde llevar los suplementos el día de la carrera, zapatillas ‘hi tech’, todo.
Cenamos la noche de antes con Edu y Manu, los 2 compañeros que corrían la prueba por Ubuntu, y nos sacamos unas fotos de la meta vista desde el puente. Estaba a oscuras y en silencio, ofreciendo un aspecto muy diferente de lo que iba a pasar allí al día siguiente. ¿Sería capaz de llegar entero?.
Los nervios no me dejaron dormir bien, y el 3 de diciembre desperté sin esfuerzo a las 5 en punto. Me preparé y desayuné rápido. No quería perder ni un segundo.
A las 6:30 estaba en la rampa de acceso al Centro Comercial el Saler. Justo al entrar me cruzo con los atletas africanos que llegan, a ellos les llevan confortablemente en Mercedes. Siento que el mundo del running es enormemente democrático: los corredores populares y la élite, todos juntos. No pasa en muchos deportes… Y sobre todo espero que ver a estos absolutos fenómenos sea un buen augurio.
Poco después estoy aparcado, y me reuno con Edu y Manu, vamos todos al baño ¡Gracias Centro Comercial el Saler por ofrecer este momento de confort a los corredores!. Un lugar caliente donde esperar, posibilidad de tomar un café, descansar, ir al baño (qué importante esto último).
Parpadeo y pasa 1 hora… Edu y Manu se despiden, ellos salen en una oleada anterior; yo tengo que esperar todavía.
Todo el flujo de corredores está organizado para que cada oleada llegue al punto de salida sincronizado… van saliendo oleadas, una tras otra. Nos llega el momento, la música atruena ‘Sarà perché ti amo’, de Ricchi e Poveri; ‘Libre’ de Nino Bravo… temas que son santo y seña de la carrera. Somos miles y miles de corredores apretujados, nerviosos, se hace interminable… finalmente el speaker grita ‘correeeeeeeeee’… Y es como si de pronto se hiciera el silencio, tal es la concentración… ya corre el cronómetro, ya recorres las calles de Valencia. ¡Ya estás corriendo la maratón!.
Me pongo el objetivo de sostener un ritmo de 5’30” por km, con el que voy cómodo, y administrar la energía. Intento encontrar mi sitio al principio, hay mucho flujo de corredores que nos pasan, otros quedan atrás… Finalmente encuentro un grupo que se mueve a una velocidad más o menos homogénea y allí aguanto. No pasa mucho rato antes de que me entren ganas de hacer pis. Llevo ya 5 km, pero debo abandonar unos minutos, encontrar un árbol discreto y aliviarme. Tengo que volver a encontrar el ritmo, me cuesta unos minutos, pero vuelvo a encontrar un bloque de gente y allí me ‘instalo’. Pasa el tiempo, voy recorriendo esa ciudad que conozco bien (viví en Valencia entre 2002 y 2004) y los kilómetros van cayendo. Las sensaciones son muy buenas, 10 km, 14 km, 19 km… Me siento muy bien, muy fresco y sólo pido que esa sensación dure. A ratos incluso tengo que frenar, porque los pies se me van y me aproximo a un ritmo de 5’00”… me tengo que recordar que hay que guardar energía, que todavía hay mucha distancia por delante.
Alcanzo la media maratón, ya ha hecho la mitad del trabajo, me siento muy bien y quisiera seguir igual de fresco, pero por experiencia sé que esa sensación no ha de durar.
La fatiga aparece entre los kms 22 y 23. Ya no me siento fresco, me suben las pulsaciones. He tomado ya el tercer gel (los espacio cada 45’). Es como si ahora corriera cuesta arriba, el esfuerzo es creciente. Pasan los kms, pero cada vez me cuesta más. Entre el km 24 y el 30 mi ritmo se va ralentizando, ya supero los 5’40”, ya toco los 5’50”.
Hacia el km 26 me encuentro a mi compañero Manu, lo cual me sorprende porque ha salido mucho antes que yo. Me cuenta que tiene problemas musculares… hago amago de acompañarle, pero me dice que siga, creo que le va a tocar sufrir, le deseo lo mejor y continúo.
Ya llego al km 32, nunca he corrido esta distancia. Como le dije a Edu ‘más allá hay dragones’. Es terreno desconocido para mí. Nunca he experimentado esta distancia ni este tiempo. Ya, aunque lo intente, no puedo correr a más de 6’00”. Siento las piernas como anestesiadas. La organización sabe que este punto es ‘el muro’, ese momento en que has agotado las reservas de glucógeno. El cuerpo debe metabolizar su energía a partir de otra fuente de energía, y a eso se debe el bajón abrupto que sentimos todos en el km 32. Para animar a los corredores han instalado justo en ese punto un pórtico de cacao soluble ‘que te da energía’.
Pero para mí no hay cacao soluble que valga… De hecho ya he agotado todos los suplementos, los geles, las sales, la cafeína, todo lo que llevaba.
Llega el km 34. El sufrimiento que experimento es intenso. Ya no me queda nada, no tengo energía, no tengo piernas, las sensaciones son nuevas, inéditas para mí. Sé que para mí está empezando ahora de verdad la maratón, y que mi única arma es mi mente. Me hablo, tengo un diálogo conmigo mismo… ‘sigue, no te rindas, puedes hacerlo, puedes hacerlo’. Y no me pasa a mí solo… empiezo ver caer a mucha gente, mucha gente para, o deja de correr. Pero 8 kms son muchos para andar… no me lo puedo permitir, tengo que seguir.
Soy consciente que a mi ritmo me queda algo menos de 1 hora de carrera. Me impulso, me amenazo, me intento convencer ‘sigue, sigue, tú puedes…’. Los kilómetros se hacen eternos… 35, 36, 37… 38, y en este momento el perdedor, el blando que llevo dentro gana… ‘sólo anda un poquito, te aliviará’. Dejo de correr, ando un poco; experimento un alivio, vuelta a correr, vuelta a andar… peleo conmigo mismo. La tentación de abandonar es fuerte, el perdedor me dice ‘tranquilo, ya has hecho bastante, no tienes nada que demostrar, mírate, has hecho 38 km, es mucho más de lo que nadie esperaba, y está muy bien’.
Pero no, no dejo que el perdedor gane, en esta discusión conmigo mismo pasan 2 kms, la densidad de gente ahora es creciente, los gritos de ánimo no cesan, incluso hay gente que me acompaña unos metros, gritan mi nombre, ven que voy al límite, se me ve en la cara ‘venga, no te rindas’… ‘no queda nada’ ‘ya lo tienes hecho’. Siento que tengo energía, no sé de dónde sale, pero echo a correr de nuevo. ¡Ya estoy en el km 40!.
Ese ‘40’ es como un bálsamo, de pronto dices ‘ya está, realmente estoy llegando al final’. ¡El pasillo de gente ahora es muy denso! ¡empieza la alfombra azul! ¡estás a 900 metros de la meta!. La sensación ahora es como si hubiera revivido… ¡acelero! ¡ya veo la meta!.
En ese momento sobre todo pienso en mi padre, que me dejó hace casi 9 años. Creo que se habría sentido orgulloso… pienso en mi mujer y mi hijo, en mi madre y mis hermanos. Y pienso en mis compañeros de Ubuntu, ellos me convencieron de que podía hacerlo, me enseñaron cómo hacerlo, me acompañaron en el camino, y me inspiraron con su ejemplo. Les dedico mentalmente este logro a todos ellos.
Cruzar la meta es una sensación de plenitud difícil de describir.
Es así como completé mi primer maratón con 54 años.
Muchas más vendrán… pero sólo hay una primera vez. La mía fue el 3 de diciembre de 2023 en Valencia.
Fin